jueves, 13 de agosto de 2015

Semillas Transgénicas

Un producto transgénico consiste en pasar un gen de un animal, vegetal o ser humano a otro vegetal o animal, y de esta forma, poder darle un tamaño y color específico, aumentar su peso, acelerar su crecimiento o agregar determinada calidad nutricional, todo bien hasta aquí.
Lo que no dicen y que pueden hacer también, es el programar el gen de la planta para que sólo resista la aplicación de determinado fungicida o herbicida, que fabrica la compañía que vende la semilla, y no se pueda aplicar ningún otro, porque podría matar a la planta o no funcionar, en el mejor de los casos.

No son semillas 100% naturales, ya que han sido modificados en un laboratorio, a través de la transferencia de información genética de otra especie, transformando su estado inicial y trayendo consigo varias consecuencias. Estas semillas son producidas, manejadas y comercializadas por grandes empresas, todas multinacionales de países Europeos y de Estados Unidos. Son semillas que resisten los ataques de los insectos,. salmones que crecen más de lo normal y más rápido, tomates que duran más tiempos una
vez cortados de la mata, vacas que producen más leche, pollos que nacen sin plumas; nada de esto es obra de la naturaleza.  Son productos manipulados genéticamente y ni cuenta nos damos. Pequeños grupos de grandes empresas trasnacionales se ha apropiado de la tecnología genética para producir  y vender alimentos y aumentar sus ganancias.


Otro punto sería que el agricultor sólo compra el derecho a sembrar en una ocasión, ya que la empresa semillera tiene las patentes sobre la semilla y no se puede usar la semilla o grano producido en la siembra del próximo ciclo por el agricultor. Las semillas transgénicas son estériles y el agricultor debe comprar las semillas cada año. Los agricultores no pueden guardar ni volver a sembrar las semillas que están patentadas. En caso de reutilizarlas, se enfrentan a fuertes demandas judiciales.

Es decir, si un  agricultor quiere sembrar un segundo año, semilla hecha por él mismo a partir de una semilla transgénica comprada el año anterior, deberá pagar a la industria farmacéutica  por aplicar la tecnología Exorcista (un producto químico también) para recuperar la vida de aquella semilla medio muerta,  obtenida de segunda generación. Estas plantas y animales, con cualidades fuera de lo normal, son producto de la manipulación de sus genes en los laboratorios. Es lo que se llama organismos genéticamente modificados (OMG) o, para abreviar, transgénicos.

Pero lo anterior, ya lo resolvieron estas compañías, desarrollaron una semilla llamada Terminator, donde los cultivos o granos cosechados quedan estériles y no es posible su siembra en la siguiente cosecha.
De la era de la tecnología, de las comunicaciones y el Internet pasamos a la era biológica. Hemos entrado en lo que llaman el siglo de la biotecnología. Actualmente, los gobiernos de los países ricos y las empresas transnacionales ya no solo se disputan los recursos minerales, ahora, se trata de apropiarse y controlar los recursos biológicos.

Los genes de los microorganismos de las plantas, de los animales, de todo ser que vive, son privatizados y patentados. Porque quien posee estos recursos acumula poder. Monsanto hizo posible la existencia de semillas suicidas gracias a la modificación genética: semillas programadas para nacer una sola vez, haciendo que su descendencia fuera estéril y evitar así que el agricultor las pudiera volver a sembrar.

Los transnacionales productores de semillas, alimentos y agroquímicos -entre ellos MONSANTO- usan la ingeniería genética para producir semillas estériles (que no se reproducen), semillas híbridas (que degeneran en cada cosecha), pollos pelados, vacas superlecheras, tomates resistentes al frío, soya, maíz, papas y otros cultivos resistentes a las plagas (porque le meten a las semillas  bacterias que rechazan las plaga), pero que tienen efectos nocivos para la vida vegetal, animal y humana.

Así las cosas, los cultivos transgénicos erosionan la seguridad alimentaria y la salud, en cuando consumimos productos dañinos a la integridad física y mental; y afectan la soberanía alimentaria, dado que las semillas transformadas y los secretos de la ingeniería alimentaria son propiedad exclusiva de las trasnacionales.
Mira este vídeo:



Nuestro objetivo de promover el consumo de alimentos orgánicos es obtener una alimentación sana para nosotros, alimentación saludable para niños, nuestros hijos, la familia y para el ecosistema.

La gran diferencia  entre los alimentos orgánicos y los convencionales, es que los alimentos orgánicos se encuentran totalmente libres de residuos químicos, libres de aditivos sintéticos, sin alteraciones genéticas y los mismos no pueden ser irradiados como método de conservación. No contienen hormonas ni antibióticos, no poseen residuos de metales pesados.

Existen alimentos parcialmente orgánicos o 100% orgánicos certificados, dependiendo el país donde se legislen y la normativa aplicable. A nivel internacional y para certificar el producto un sello de producto Orgánico;  implica un riguroso programa de control semestral  tanto de la materia prima como del producto final elaborado.  Este procedimiento es realizado por empresas independientes implementando protocolos internacionalmente aprobados y unificados.


Fuentes:
http://www.ecologistasenaccion.org/article16773.html
http://www.minamb.gob.ve/files/Conservacion-bioseguridad/Consultoria%204.pdf
http://www.aporrea.org/


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